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INTERNACIONALES

6 de agosto de 2025

El plan de Evo Morales para el día después de las elecciones

Los comicios del 17 de agosto podrían reconfigurar el escenario político de Bolivia. Pero el jefe cocalero y ex presidente cree que todavía puede sembrar el caos para mantener el control del país

Evo Morales tiene un plan. Es al mismo tiempo político y de acción. Debió trazarlo a partir de su enfrentamiento con Luis Arce -a quien le entorpeció su gestión desde el principio-, de la prohibición que le impuso la justicia boliviana para participar de las próximas elecciones presidenciales del 17 de agosto y de la pérdida de la personería del Movimiento al Socialismo (MAS) el partido que fundó.

Cuando Arce se alza con el triunfo electoral de 2020, el jefe cocalero decide su retorno al país tras su renuncia y partida al autoexilio luego del megafraude de 2019 que desató una tormenta social que terminó con Jeanine Áñez como presidenta interina, hoy presa.

Esa guerra interna del MAS la padeció, en definitiva, el pueblo boliviano, que vio una Asamblea Legislativa paralizada y constantes marchas, paros y barricadas que llevaron al extremo del abastecimiento a varias ciudades que quedaron aisladas por los hombres del cocalero.

Esos pobres resultados de gestión tuvieron también como responsable a Evo, quien apedreó cada intento político que buscó su otrora ministro. Ni la presencia controversial de su hijo Marcelo Arce en el área de energía logró componer un sector que en algún momento fue pilar económico de Bolivia.

Los hijos de Arce merecen un capítulo por separado: sus quehaceres salieron a la luz en los últimos meses. Rafael Arce, el menor de los vástagos presidenciales, consiguió al poco tiempo de que su padre accediera al poder un crédito oficial de tres millones de dólares que decidió invertir en tierras en Santa Cruz de la Sierra, la zona más productiva del país. Un entrepreneur. Ese préstamo floreció tiempo después hasta convertirse en nueve millones. Un suertudo.

Para intentar controlar la arena política, Arce comenzó una persecución contra opositores a quienes ordenó secuestrar en plena luz del día, como fue el caso emblemático de Luis Fernando Camacho, ex gobernador de Santa Cruz, detenido irregularmente en los últimos días de 2022, frente a su domicilio. Para muchos, Camacho representaba la verdadera amenaza para los negocios y ambiciones del MAS, el Socialismo del Siglo XXI y Cuba, uno de los principales actores del país.

Pero el deteriorado gobierno de Arce y su enfretamiento con el jefe de los cocaleros, no permitieron que pudiera aspirar a una reelección. El presidente boliviano anunció su renuncia a la carrera electoral el 13 de mayo: “No seré un factor de división del voto popular”, dijo entonces. No hubo movilizaciones populares para que reviera su decisión.

Pese a las órdenes de captura de la fiscalía, el gobierno de Arce no se animó a dar el paso y apresar a su principal rival interno quien quedó atrincherado en Cochabamba. Incluso se señala que Del Castillo fue quien envió a la Argentina a una de las denunciantes del rival de Arce. Algunas habladurías -son solo eso- se refieren de una posible sociedad entre Del Castillo y Evo en negocios de producción y exportación. Otros entrepreneurs.

Pero Del Castillo, candidato oficialista, no tiene posibilidades de triunfo. Lo saben Arce y Morales. Apenas un 3 por ciento del electorado votaría por el postulante del MAS, el partido que llevó a Evo al poder y que le fue arrebatado.

Incendiar Bolivia y asaltar el poder con una figura como la suya le resultaría más fácil. Quiroga hizo sus deberes: negó un frente opositor sólido que pudiera derrotar definitivamente al MAS y al evismo, haciendo más débil una posición opositora.

Evo tampoco quiere que Andrónico Rodríguez, presidente del Senado y cocalero como él, sea una de las figuras relevantes de los comicios. Este joven legisador de 36 años es, en rigor, su verdadera amenaza interna, quien podría jubilarlo.

Bolivia parece estar lejos de normalizarse y de encaminarse a un sendero de tranquilidad y paz social. Las ambiciones personales, los negocios, el narcotráfico y las interferencias externas parecen ser los verdaderos motores de esa gran nación sudamericana.

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