MUNDO
12 de abril de 2025
Cómo el programa nuclear del régimen iraní se convirtió en una amenaza para Occidente

Teherán y Estados Unidos mantienen conversaciones indirectas este fin de semana en Omán tras las recientes advertencias de Donald Trump
Estados Unidos e Irán sostienenEl enviado especial de Estados Unidos para Oriente Medio, Steve Witkoff, y el viceministro de Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, se reúnen en Omán en un intento por evitar una escalada militar de gran escala.
Todo cambió con la Revolución Islámica de 1979. El nuevo régimen encabezado por el ayatolá Ruhollah Jomeiní heredó la infraestructura nuclear creada con apoyo estadounidense, pero rompió todos los lazos con Washington, al que desde entonces se refiere como “el Gran Satán”. “Hasta 1979, había plena cooperación nuclear con Occidente”, explicó William Alberque, exdirector de no proliferación nuclear de la OTAN, citado por el diario británico The Times. “Después de la revolución, todo se cortó”.
A pesar de sanciones crecientes, Irán avanzó de forma sostenida en su programa nuclear. En 2006 anunció haber alcanzado un nivel de enriquecimiento de uranio del 3,5 % en la planta de Natanz, dentro de los límites civiles. Sin embargo, expertos como Alberque advierten que “cuando un país dice que va a enriquecer uranio, en realidad está diciendo que va a construir una bomba”.
En 2009, Estados Unidos, Reino Unido y Francia revelaron la existencia de un segundo centro secreto de enriquecimiento en Fordow, excavado bajo una montaña cerca de la ciudad sagrada de Qom. La instalación, situada entre 80 y 90 metros bajo tierra, está fuera del alcance de las bombas convencionales más potentes del arsenal estadounidense, como la GBU-57A/B, también conocida como “Massive Ordnance Penetrator”. Este proyectil de 13.600 kilogramos, transportado exclusivamente por bombarderos B-2, podría no ser suficiente para destruir Fordow en una sola operación.
En 2015, el régimen persa acordó limitar su programa nuclear a cambio de un levantamiento de sanciones, en el marco del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), promovido por el ex presidente norteamericano Barack Obama. El pacto restringía el nivel de enriquecimiento al 3,67% y el volumen de uranio almacenado a 300 kilogramos. Sin embargo, tras la salida unilateral de Estados Unidos del acuerdo en 2018, bajo la presidencia de Trump, Teherán reanudó y aceleró sus actividades nucleares. En la última inspección del OIEA, realizada en febrero, se registraron 8.300 kilogramos de uranio enriquecido, incluidos 275 kilogramos al 60 % de pureza, apenas un paso por debajo del nivel necesario para armamento nuclear.
Ahora, el dilema para Washington y sus aliados es estratégico. Israel, que en el pasado ha llevado a cabo sabotajes contra el programa nuclear iraní con apoyo de Estados Unidos, no dispone de bombarderos con capacidad para destruir instalaciones como Fordow sin ayuda directa de Washington. Por su parte, Trump ha oscilado entre exigir el “desmantelamiento total” del programa iraní, según afirmó su asesor de seguridad nacional Mike Waltz, y sugerir un posible alivio de sanciones si se alcanza un acuerdo. “Quiero que prosperen. Quiero que Irán sea grande. Lo único que no pueden tener es un arma nuclear”, afirmó el presidente norteamericano.
En tanto, si Teherán finalmente cruza esa línea roja y completa un arma, podría conducir a “cascadas de proliferación”, advirtió recientemente Laura Holgate, cuyo mandato como embajadora de Estados Unidos en el OIEA terminó cuando Trump asumió el cargo en enero: “Si Irán se nucleariza, otros podrían seguirle. Eso podría perforar el tabú de la no proliferación y bajar la barrera para que otros países, incluso fuera de la región, sigan su ejemplo”.