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SALUD

11 de noviembre de 2024

Cómo influye la alimentación en la calidad del sueño: no alcanza con evitar el café

No dormir lo suficiente altera hormonas como la ghrelina y la leptina, generando más hambre y dificultando la saciedad, lo que impacta en las elecciones alimenticias diarias

El impacto de la dieta sobre el sueño va más allá de lo que comemos justo antes de dormir. Tal como lo confirma una revisión de 26 estudios analizados por el National Center for Biotechnology Information, las elecciones alimenticias y el modo en que se distribuyen los macronutrientes —carbohidratos, grasas y proteínas— durante el día influyen en el tiempo que dormimos y en la calidad de nuestro descanso. Aunque aún se necesitan más investigaciones, estos estudios destacan que los alimentos ricos en triptofano (como pavo, leche y semillas), así como en otros nutrientes esenciales, podrían favorecer A medida que se profundiza en la investigación sobre el sueño y la alimentación, se ha observado que una falta de descanso adecuado puede alterar los patrones hormonales relacionados con el apetito y la saciedad. Según un estudio mencionado en el National Center for Biotechnology Information, la privación de sueño produce un aumento en los niveles de ghrelina (la hormona que estimula el apetito) y una disminución en los niveles de leptina (la hormona que contribuye a la sensación de saciedad). Esta alteración hormonal puede llevar a una mayor ingesta de alimentos altos en calorías y baja calidad nutricional, afectando tanto el peso corporal como la salud en general.

La dieta mediterránea ha surgido como un modelo de alimentación que podría beneficiar no solo al corazón y al cerebro, sino también al descanso nocturno. Según investigaciones recogidas en tus fuentes, esta dieta —rica en frutas, vegetales, cereales integrales, legumbres, frutos secos y aceite de oliva como grasa principal— se asocia con patrones de sueño más saludables. Un estudio reciente analizó la relación entre la adherencia a esta dieta y la calidad del sueño, y encontró que quienes seguían una dieta mediterránea experimentaban menos síntomas de insomnio y un sueño de mayor duración.

La combinación de nutrientes presentes en este tipo de alimentación parece ser clave. Alimentos como el pescado graso, las cerezas ácidas y el kiwi, comunes en la dieta mediterránea, contienen melatonina, serotonina y vitamina D, elementos que preliminarmente se relacionan con una mejora en la calidad del sueño. Sin embargo, los investigadores insisten en que, aunque los resultados son prometedores, es necesario realizar estudios más detallados para establecer conclusiones definitivas sobre estos efectos.

Existen alimentos específicos que, debido a sus propiedades, pueden contribuir a un descanso más profundo y reparador. Los estudios mencionan que ciertos alimentos ricos en melatonina, serotonina y vitamina D pueden ser particularmente beneficiosos. Entre estos alimentos se destacan el pescado graso (como el salmón y la trucha), el jugo de cereza ácida y el kiwi. El pescado graso, por ejemplo, contiene vitamina D y ácidos grasos omega-3, ambos relacionados con la regulación de la serotonina, un neurotransmisor clave en el ciclo del sueño. La cereza ácida, por su parte, tiene una alta concentración de melatonina, una hormona que ayuda a regular el sueño, y estudios preliminares sugieren que el jugo de esa fruta podría elevar los niveles de melatonina en el organismo.

En cuanto al kiwi, su aporte de antioxidantes, serotonina y folato parece contribuir a una mejor calidad de descanso. No obstante, los especialistas insisten en que se necesitan más investigaciones para confirmar de forma concluyente los beneficios de estos alimentos, aunque los datos iniciales son prometedores y recomiendan que una dieta rica en estos componentes puede apoyar el descanso nocturno.

Por otro lado, diversos estudios han encontrado que ciertos alimentos y bebidas pueden reducir la calidad o duración del sueño. El alcohol y la cafeína, por ejemplo, son dos de los elementos más mencionados. Aunque el alcohol puede inducir una sensación de somnolencia, su consumo altera la estructura del sueño y provoca despertares nocturnos. La cafeína, por su parte, incluso cuando se consume seis horas antes de acostarse, puede afectar negativamente el sueño al interferir en el proceso de conciliación del sueño.

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