GENTE
15 de mayo de 2024
El invento pensado para estudiantes, docentes y médicos que promete reconvertir un ícono patrio y la singular historia de su creador
Rodrigo Ojeda tiene padres jubilados que eran técnicos radiólogos, se crió en un hospital público, cursó sus estudios en un colegio estatal y cuando se desató la pandemia pensó cómo podía hacer para involucrarse en el sistema sanitario del Chaco, su provincia. La génesis, la idea y la demostración de una innovación que él califica como revolucionaria
Entrevista a Rodrigo Ojeda, fundador de Zutt Protect
Rodrigo volvió a prestar atención. Vio a niños y maestros caminar entre el barro con bolsas de residuo como camperas. Vio a estudiantes de medicina, veterinaria, odontología caminar bajo entre chaparrones. Vio artículos periodísticos de alumnos y docentes que caminan kilómetros para aprender o enseñar. La indignación le parió una idea. Imaginó una solución: otros guardapolvos. Lo habló con su equipo de trabajo: quería saber si era posible, si era rentable y si era accesible para el usuario. “Empezamos un proceso de investigación interna: necesitábamos comprobar diferentes tipos de tela y lograr con un laboratorio externo una fórmula que pudiera incorporar las diferentes facultades que habíamos pensado”, retrata.
Fue la maestra Matilde Filgueira de Díaz quien en 1915 ejecutó la idea en la escuela porteña Cornelia Pizarro, ubicada sobre la calle Peña en el barrio de Recoleta. La ropa de los alumnos, de distintas clases sociales, segregaba. La propuesta de homogeneizar la vestimenta y aplacar las diferencias generó controversias. Lo resolvió de su bolsillo: compró metros de tela blanca, los distribuyó equitativamente en su alumnado y les enseñó a los padres a diseñar el modelo. Un inspector del Ministerio de Educación, convocado por quienes rechazaban la utilización de una prenda reparadora, aprobó la práctica. Se propagó. Se federalizó. Se institucionalizó hasta que el guardapolvo blanco se convirtió en patrimonio cultural del país, un emblema patrio, un invento argentino.
Rodrigo imaginó un guardapolvo mejorado, diferente. Había pensado en uno hidrorrepelente, capaz de expeler el agua y mantenerse seco; antimancha -será siempre blanco o del color original-; con actividad antimicrobial para combatir los olores, por ejemplo, de la comida o la sudoración; con actividad antiviral, apto para neutralizar el virus de covid y de la gripe cuando el usuario tose en su codo; con una fórmula mejorada para repeler también a los mosquitos. “El guardapolvo fue un producto que se pensó para nivelar, para que todos los estudiantes estén exactamente en la misma situación, sin distinción de clase social. Eso, obviamente, con el tiempo se perdió. Lo que queremos hacer es reivindicar un producto que tiene más de cien años, porque no hay nada más patriota que el guardapolvo para nosotros, y desde ahí darle un valor agregado que humanice al usuario, que se sienta orgulloso de la actividad que está desarrollando, que es la de estudiar, la de enseñar, la de curar”.
"Creo que es necesario darle tiempo a este gobierno. Tengo muchísima fe de que Argentina va a salir adelante, pero primero hay que cuidar la actividad industrial interna. Nosotros necesitamos y merecemos ser escuchados como como emprendedores y como industriales", advierte Rodrigo Ojeda
Es una fórmula propia, una receta que está en proceso de patentamiento en Estados Unidos, un guardapolvo único en el mundo. Su creador proyectó el invento “para aquel chico que tiene que ir en bicicleta o caminando a la escuela, para el estudiante universitario, para el maestro o para el médico que tiene que ir a estudiar o trabajar en condiciones climáticas adversas, ya sea porque llueve o porque su terreno se embarraba”. Desea que el usuario -el alumno, el veterinario, el odontólogo o quien sea que lo use- no se moje, no se ensucie y llegue a su destino en condiciones dignas. Está en vías de desarrollo un kit complementario con un guardapolvo con capucha, una mochila, un pantalón oversize y un código QR de identificación personal.
El guardapolvo Zutt saldrá al mercado en un mes. El plan es lanzarlo en el marco de una fecha patria. “Nuestro sueño es que toda la educación pública del país pueda acceder a este producto, a través de acuerdos con el sistema educativo o desde nuestros canales privados”, dice Rodrigo. Para que esto ocurra, vislumbra un precio competitivo con los estándares actuales. En 2023, un guardapolvo clásico costaba 7.250 pesos. En febrero de 2024, en el comienzo del último ciclo lectivo, el producto registró una suba interanual del 219 por ciento: valía 23.100 pesos. Hoy cotizan, en promedio, por encima de los treinta mil pesos. “Va a ser un valor de mercado similar al de un guardapolvo convencional. Esa es nuestra política: el objetivo es que sea de verdad accesible para todos”, promete.
En la pandemia, Rodrigo vio a gente humilde usando sus barbijos, cuando por entonces valían cuarenta pesos, los más económicos del mercado, y eran de uso sanitario. Sueña ahora que el uso del guardapolvo que creó se propague, que se democratice, que lo usen todos, que ninguno se moje, que ninguno se ensucie, que se reduzcan los niveles de contagio en establecimientos educativos y sanitarios. Su fervor emprendedor no se detiene. No deja de proyectar. Sigue siendo un idealista. “El mundo se puede cambiar. Lo único que hay que hacer es involucrarse. Nadie va a lograr la cura del cáncer en cinco minutos, pero tenemos que por lo menos tener el interés de lograrlo”, define.
Quiere potabilizar el agua con su tela. Quiere vincularse con Unicef y con la Fundación Leo Messi para fabricar remeras con actividad antiviral. Quiere seguir forjando empresas en su patria y en su provincia. Ya tiene tres: la tercera es Altotek, una forma de industria textil derivada del denim y el algodón chaqueño. “Argentina es muy difícil para invertir, es muy volátil, pero es una universidad hermosa”, dice. Habla, a la par, de un país maravilloso, de una tierra de oportunidades, de un campo fértil para la proliferación de unicornios. Pero teme que ahora, en una nueva prueba informal de su invento, el guardapolvo que describe como revolucionario absorba el líquido, se ensucie, moje a su interlocutor y la vergüenza lo invada.